Walter Scott


Walter Scott nació el 15 de agosto de 1771 en Edimburgo, siendo su padre -también Walter de nombre-, abogado, y su madre, Anne Rutherford, hija de un médico.

A los diez y ocho meses de edad contrajo la poliomielitis, de resultas de la cual su pierna derecha se vería afectada quedando cojo para siempre.

El hecho de que cayera enfermo le retuvo al lado de sus abuelos en la granja que éstos poseían en Kelso y de donde saldría en 1776 para volver al hogar paterno en Edimburgo, y dos años después le ingresarían en la High School secundaria de dicha ciudad, alternando sus estudios con la escuela de gramática de Kelso, durante los periodos en que iba allí; más tarde estudiaría griego y lógica en la Universidad de Edimburgo, aunque las secuelas de la polio interrumpirían sus estudios en muchas ocasiones, lo que no impidió que concluyese con brillantez, posteriormente, sus estudios de derecho, entrando a trabajar en la firma familiar hasta que obtuvo el título en 1792, profesión que seguiría ejerciendo durante casi treinta años.

Pese a su trabajo legal, que él se tomaba muy en serio, su capacidad literaria empezó a despuntar en base a las leyendas y baladas que escuchara en la infancia.

En aquellos primeros años en que alterna profesión con literatura, principalmente se dedica a traducir del alemán a autores como Gottfried Augustus Bürger y Goethe, se enamora de una tal Williamina Belsches en 1792 y finalmente contraerá matrimonio con Charlotte Charpentier, el 24 de diciembre de 1797.

En 1799, el mismo año en que fallece su padre, es designado sheriff de Selkirshire, pero ello no le impide continuar escribiendo, y así, en 1808 inicia una colaboración, autor-editor, con su amigo James Ballantyne.

Había empezado publicando en 1805 una balada épica que cosechó un gran éxito, su segunda obra, Marmion, ya con Ballantyne y después La dama del lago, esta en 1810, prácticamente lo consagraron produciéndole al mismo tiempo saneados ingresos. Tanto es así que al siguiente año pudo mandar construirse un castillo gótico llamado Abbosford, próximo a Galashiels. Tal vez estos gastos unidos a la bancarrota de Ballantyne, fueron los que pusieron a Walter Scott en la disyuntiva de elegir entre la poesía y la narrativa, escogiendo esta última como recurso salvador de sus maltrechas finanzas, y la novela se tituló Waverley, siendo otro éxito.

Lo curioso del caso es que Scott permaneció en el anonimato durante años, aunque fuese un secreto a voces su autoría, mencionándosele bajo el sobrenombre del gran desconocido y el mago del norte, hasta que en 1827 reveló su identidad. Mas a pesar de esto la anécdota prosiguió jugando al equívoco, ya que durante mucho tiempo, sus trabajos aparecieron con denominaciones tan pintorescas como el autor de Waverley, o narraciones de fuentes benedictinas, o cuentos de los cruzados, o Crónicas de Canongate, después, genéricamente, las novelas se iban editando como narraciones de su propietario.

Podríamos decir que Walter Scott fue el “padre” de la novela histórica, creando un género que enseguida tuvo imitadores, herencia que aún prosigue.

Debido a su iniciativa, le fue concedido el título de sir, pero Walter Scott hizo cosas igualmente relevantes; con Henry Thomas Cockburn, fundaron entre ambos una academia en Edimburgo. 

No obstante, pese a honores y éxito, llegó la ruina, aunque no de forma inesperada: por segunda vez Ballantyne fue a la quiebra, y los acontecimientos desagradables se sucedieron, con la muerte de su esposa, y Walter Scott, como hombre de honor que era, comprometióse solemnemente a continuar escribiendo para pagar las deudas, siendo ello la causa del empeoramiento de su salud, ya que el enorme esfuerzo por cumplir con los acreedores le conduciría al sepulcro, muriendo el 21 de septiembre de 1832 en Abbostford. Sus restos fueron enterrados en la Abadía de Dryburgh.

La obra de Walter Scott es de todos conocida y no ha dejado ni un momento de ser apreciada por sus lectores hasta nuestros días y llevada repetidamente a la pantalla, Ivanhoe y Quentin Durward, Rob Roy, por poner unos ejemplo, también escribió una biografía de Napoleón Bonaparte, y la Historia de Escocia en dos volúmenes, esta, tres años antes de su muerte.

Un aspecto en el quehacer literario de Scott, no obstante, se ha visto ensombrecido por las novelas históricas: la capacidad poética del escritor, que parece ser, ahora comienza a revalorizarse.

Los seis años anteriores a su deceso fueron sumamente prolíficos, lo que no le impidió, en 1831, efectuar un viaje por el Mediterráneo por razones de salud, ya que en ese año tuvo una hemorragia cerebral.

Concluiremos este breve apunte, diciendo que su hija Sophia escribió una biografía suya que es de suponer sea muy completa, y, sobre todo, reveladora de una visión íntima y personal de tan excelente escritor.

 
 

© 2004 Estrella Cardona Gamio

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